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Elecciones en EE. UU. 26.03.24

Panorama sobre la próxima gestión presidencial

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Definidas las primarias en ambos partidos, mucho antes de lo que generalmente ocurre, las candidaturas del incumbente Joe Biden y del expresidente Donald Trump no están, sin embargo, absolutamente garantizadas. En efecto, se acumulan dudas y especulaciones respecto de la posibilidad de que en la convención demócrata, que se desarrollará en la ciudad de Chicago en agosto, la fórmula finalmente no sea nuevamente Biden- Harris, sobre todo si los sondeos de opinión pública continúan otorgándole una ventaja a los republicanos.

La cuestión de la edad del mandatario ha generado un sinnúmero de dudas, que no fueron del todo despejadas a pesar de su excelente performance en el discurso del Estado de la Unión hace un par de semanas, donde se lo notó asertivo, batallador y hasta irónico.

La economía constituiría, a priori, la pieza del rompecabezas para despejar las dudas existentes. Paradójicamente, los demócratas pueden demostrar logros significativos en esa materia: un desempleo históricamente muy bajo junto con una inflación decreciente sin que haya sido necesaria tina recesión para controlarla (un caso exitoso de soft landing); el precio de las propiedades se ha sostenido e incluso ha seguido subiendo en varias regiones del país; los índices bursátiles se han recuperado luego del descalabro del 2022 y están ahora en niveles récord. Una lectura superficial de esta enumeración concluiría que la economía alcanzaría para conformar uno de los máximos potenciadores de las pretensiones electorales de Biden, pero ocurre lo contrario.

En parte esto se explica por la inflación de los alimentos, que registró incrementos muy superiores al promedio. También, por el hecho de que, en medio de otra impresionante revolución tecnológica, se han incrementado las ya notables diferencias de ingreso entre sectores, agrandando la brecha entre ricos y pobres que se viene acentuando hace tiempo y, en la práctica, achicando el tamaño y las expectativas de la clase media. En este contexto, abona este magma de relativo pesimismo las profundas diferencias que se advierten al interior del establishment político, dentro y entre los principales partidos.

Son conocidas las divisiones internas de los Demócratas, que han experimentado un raro proceso de “izquierdización” en una buena parte de su base militante. Estose materializa, por ejemplo, en cuestiones que a menudo son llevadas a un extremo como la regulación del medio ambiente, las políticas DEI (diversidad, equidad e igualdad) y la cuestión del aborto. A esto se le suma que los segmentos más radicalizados (“liberales”, en la singular jerga política local) idealizan el intervencionismo estatal, tienen una visión anacrónica del modelo socialdemócrata nórdico y han abandonado cualquier compromiso con la solvencia fiscal (cosa que en rigor, comparten también con sus adversarios republicanos).

Sobre estos temas se anexa el peso de la cuestión de la identidad, sobre todo en el contexto del ataque de Hamas y la consecuente operación militar de Israel en Gaza para desarticular a dicha organización terrorista. En particular, un creciente e influyente número de legisladores en el Congreso han aumentado su presión para que la administración Biden endureciera su posición en relación al premier israelí, Benjamín Netanyahu, fundamentalmente con relación a la cuestión humanitaria y a la eventual acción militar en la ciudad sureña de Rafah, donde viven más de un millón de person as y se esconden los últimos cuatro batallones de Hamás. Las recientes idas y vueltas en el Consejo de Seguridad de la ONU ponen de manifiesto esa rara habilidad que tienen los demócratas por quedar mal con, sino todos, una buena parte de sus stakeholders.

La situación no luce mucho mejor en el GOP, a pesar de la hegemonía que logró Donald Trump dentro del aparato partidario y su contundente performance en las primarias. E11 efecto, el reciente intento por destituir a Mike Johnson (titular de la Cámara de Representantes designado hace apenas cinco meses) por parte de su colega de bancada, la polémica Marjorie Taylor Greene, expone que las disputas son enormes e involucran cuestiones vitales, desde el punto de vista estratégico, como el financiamiento del gobierno federal!, la inmigración ilegal, el compromiso con Ucrania y, en general, con la OTAN.

En este sentido, los segmentos más aislacionistas del partido proponen un desinvolucramiento de los Estados Unidos del sistema internacional, enviando una preocupante señal a los aliados históricos, como por ejemplo Taiwán. A menos de cuatro meses de que tenga lugar la convención partidaria en Milwaukee, pocos creen que el avance de las múltiples causas judiciales que atormentan a Trump le puedan costar su candidatura. Por el contrario, hasta ahora logró fortalecerse políticamente a pesar de los embates judiciales y mediáticos, lo cual denota que también los republicanos vienen experimentando en las últimas tres décadas un proceso de radicalización ideológica. Lo cierto es que este GOP en nada se le parece al de Ronald Reagan, incluyendo el hecho de que una buena parte del diverso voto hispano se siente también atraído por los candidatos republicanos.

Es indudable que esta elección tendrá consecuencias muy significativas en el desequilibrio imperante en el sistema internacional. Un mundo conmovido por el atentado terrorista de ISIS-K en Moscú que agrieta y desdibuja el liderazgo de Vladiniir Putin; por las tensiones militares en todos los continentes; y en el que habrá de votar este año la mitad de la población, seguirá con enorme atención lo que ocurre el próximo 5 de noviembre en los EE.UU. Algunos analistas argumentan que los mercados todavía no han descontado el impacto que todo esto puede tener en la disrupción del sistema global, en especial si el ganador es Trump, por su énfasis en el proteccionismo y la probabilidad de una guerra comercial con China, así como por la mayor inestabilidad geopolítica producida por un repliegue de la principal potencia militar hacia cuestiones internas.

Falta mucho y falta poco para el primer martes de noviembre. Recorreremos días, semanas y meses que, en función de la voluntad popular y la habilidad de los actores, seguramente influirán de manera determinante en el futuro de la economía y la política globales. Es una exageración afirmar que el capitalismo y la democracia están en peligro. Pero no que este año será vital para entender qué capitalismo y qué democracia tendremos en Occidente y más allá.

El Cronista